Los buceadores no tenemos horas... en un crucero, todavía menos... hay que remojarse, que el neopreno huela bien a pulpo, como debe ser.
No importa la hora, el día, el momento...
La gran suerte, es que el mar, la mar, el azul, nuestro azul tiene tanto para mostrarnos que cualquiera sea la hora en que nos sumerjamos, encontraremos una y mil maravillas para admirarnos.
La noche es un momento especial, mágico, y a la hora de bucear, quizá aún más. Esa negrura, esa oscuridad, ese misterio que lo envuelve todo, podría ser hasta temeroso si no fuera por el encanto y las maravillas que nos ofrecen estas inmersiones.
Si alucinante es el colorido de vida submarina, más sorprendente es cuando resalta en el negro absoluto que te envuelve, delimitado únicamente por el haz de luz, más o menos blanco, más o menos luminoso, de tu foco.

Y el mar Rojo... ¡¡ay el Mar Rojo!! Si por el día engancha... por la noche cautiva.
Formas, colores, movimientos, contrastes... y vida, siempre mucha vida... diferente... dormida, activa, despierta...

Para muestra, algún botón.

La danza de la bailarina española, este magnífico nudibranquio, una verdadera preciosidad. Me sorprendió enormemente, porque nunca pensé que fuera tan enorme, lo imaginaba como todos los demas, chiquititos... pero no, como buena española... tiene que dar la nota, destacar y... ¡¡ser el mejor, qué caramba!!