13. LA ISLA "MÁGICA"
Crucero Mar Rojo ruta Sur - Junio 05

Vale, vale. Ahora voy a contar la verdad.
No "toda" la verdad... pero sí parte. Lo que se puede contar, claro, jejejeje.... ¿Por qué no?

La isla de los corales, la isla del cabreo,
la isla mágica, la isla del amor


Mil nombres para un mismo lugar.
O mejor dicho, cada uno de nosotros vivió esta parte del viaje de una manera, de ahí el cómo se le bautizara.

Y ahora que pienso, ¡ni siquiera recuerdo el verdadero nombre de la isla!

Resulta que a veces, se presentan acontecimientos inesperados.
Y esa es mi historia, y la de algunos "cómplices" de ella.
Allá vamos.


Estábamos en los últimos días del crucero. Esa noche fondearíamos cerca de una isla. Al atarcecer desembarcaríamos en las zodiac para pisar un poco de tierra firme y disfrutar de un paisaje paradisíaco, una playa de blanca arena, una isla desierta... Y luego, nocturna.
Hasta aquí el plan general.
Pero... hubo un cierto cambio de planes, al menos para algunos.


Todo había empezado en la sobrecubierta, ese "ático" donde por la noche dormía y durante el día pasaba las horas de navegación contemplando y disfrutando de la mar, los paisajes y la paz y tranquilidad tan grande que se respira allí..
Claro que yo no era la única en frecuentar ese lugar.
Por un lado mis compañeeros de viaje, tumbados en las colchonetas, charlando, durmiendo o escuchando música...
Por otro el capitán del barco, que desde este punto de máxima visibilidad y justo encima de su cabina, controlaba rumbo y tripulación.
Desde el día que bajamos a la isla de Zabargad, y donde nos explicó tantas cosas, nos pegámos unas señoras conversaciones... en inglés o en algo que se le parecía: un beduino chapurreando inglés en Egipto, no crean que no tiene su aquel.


Y resulta que, superando toda dificultad de idiomas, nos entendimos la mar de bien...
Hijab, nuestro capitán, era una personal realmente interesante, con la que conversar, un joven lobo marino (31 años), con enormes conocimientos de temas que me entusiasman tanto como las estrellas, los animales marinos, el mar y el buceo, ya que también le da a la botella (pero nunca cuando está trabajando). Un espíritu libre, como él mismo se decía, poco usual en la mentalidad egipcia, o al menos en la que conocía.
El caso es que en alguna de esas largas conversaciones, me dijo algo de que, cuando atracábamos cerca de tierra, él y alguno de los tripulantes se iban a pescar y se hacían su propia cena al estilo beduino, con un fuego en la playa. No es que no les gustara la comida del cocinero, que era bastante buena, sino que... preferían otra manera de comer.
Y en una de esas, hasta me pareció entender que alguna noche, si quería, me llevaríaa cenar con él, en una isla desierta, una auténtica cena beduina cocinada por ellos. ¡¡Y cualquiera no se siente atraído por semejante oferta!!
Así que llegó el día, pero de una forma inesperada. Fue el mismo de los delfines, si no me equivoco... ya estaba bastante emocionada yo, como para lo que me depararía el día.
Estábamos unos cuantos en la proa con el capitán, y nos dijo que desembarcaríamos en una isla desierta esa noche. Nos dejó allí porque era él quien tenía que maniobrar, pero diciéndonos que nos preparáramos, que desembarcábamos enseguida...
Así que, Marta, Paco y yo fuimos los primeros en llegar a la isla en cuestión, mientras volvía la zodiac para seguir trayendo al resto de los compañeros.

La playa nos sorprendió nada más llegar. En vez de la esperada playa de arena blanca, nos encontramos que la arena se veía poco, y todo estaba lleno de corales secos, y conchas de todos los tamaños, colores y formas, arrastados todos por las olas de forma constante y formando un paisaje playístico realmente sorprendente... Ibamos como locos.
En esto vemos que el capitán se quita el pareo que siempre llevaba y empieza a recoger ramas secas... "para el fuego", nos dice... "para la cena".

yo recordé la famosa cena, y nos emocionamos los tres pensando que iba a ser una gozada cenar allí, y no en el barco ¿Traerían de allí la comida en una zodiac? Pues no, pero de eso no nos enteraríamos hasta después.

Fueron llegando el resto de los compañeros.
Un paseo por la isla, recogiendo conchas y trozos de coral, haciendo fotos, cervecita en mano...
El atardecer iba dando paso a la puesta de sol, los colores iban pasando del azul brillante al rojizo anaranjado y al gris anodino...

Y mi capitán y yo, enfrascados en nuestra conversacion, poco a poco nos fuimos alejando de la playa y de los demás.
Desde aquí aprovecho el momento para dar las gracias a Marta y Paco, por darse cuenta y "hacerse los despistados", quedándose atrás, dejándonos a los dos solitos, para tener ese bien tan escaso en un barco que es la intimidad ...

Caminamos (¡el por supuesto, descalzo! ¡¡qué pies tienen esta gente!!) hasta el extremo más ¿oriental? de la isla, donde ya no se podía pasar andando, cruzamos 3 playas más preciosas, me enseñó unos nidos tremendos con huevos de las gaviotas de allí, mas negras que un zapato y el comportamiento curioso de las mismas al acercarnos, vimos miles de cangrejos correteando por la arena... y una puesta de sol realmente espectacular.

Y no cuento nada más, porque ya pertenece a esa bonita parte privada de la vida de las personas

Cuando volvimos a la playa de los corales, solo estaban allí Mahmud, uno de los tripulantes, Paco y Marta. Nos dijeron que el resto habían vuelto al barco, y que ellos se habían quedado a esperarnos. Marta y Paco me guiñaron un ojo con mirada cómplice... y con lo mismo les respondí yo, no hacía falta más.
Y allí mismo nos "invitaron" a cenar. ¿Cómo no aprovechar una oportunidad como esa? Preparamos un fuego y sacaron sus cosas... con harina amasaron algo y resulta que era un pan beduino, una especie de pita hecha a la ceniza... Alucinante... ¡¡Y riquísima!!
Era ya noche cerrada, alrededor nuestro la noche cerrada, sin luna; a lo lejos, las luces difuminadas del barco; sobre nosotros un cielo estrellado, como hilo musical el run run de las olas batiendo en la playa y el cric cric cric de la hoguera... Los pescados encima del fuego despertando nuestras pituitarias, y la masa de harina, haciéndose enterrada entre las cenizas hasta que se convirtiera en un exquisito y auténtico pan beduino, todo un manjar para acompañar esta noche mágica.
Teníamos una gran pena, el no poder estar compartiendo estos momentos con el resto de nuestros compañeros... Mirábamos la silueta del barco y pensábamos que éramos unos privilegiados. Comentamos con ellos, que por qué no hacerlo para todos... Nos dijo que no se podía pescar peces para tanta gente, y además... bueno, tampoco vamos a negarlo, se había creado cierta complicidad entre nosotros, no con todo el grupo, y eso también hay que entenderlo...
Fue una especie de regalo sorpresa de los que te dejan el corazón tocado.
Como en un fuego de campamento, el capitán nos hablaba de su pueblo, los beduinos, nos enseñó estrellas, nos preguntaba por España y nuestro modo de vivir. A ratos nos quedábamos en silencio, impresionados por la situación. Paco, Marta y yo nos mirábamos, nos brillaban los ojos. Es como el sueño que todos hemos tenido alguna vez, una isla desierta, gente con la que compartes algo, sentimientos, vivencias, experiencias que no se pueden contratar jamás en una agencia de viajes, otras culturas, otros mundos... y el sorprendente vínculo que se crea con esta mezcla.
Una velada para no olvidar.


Pero había que volver, muy a nuestro pesar. Y en el barco nos encontramos con un ambiente algo rarillo.
Resulta que nuestra aventura romántica había sido fruto de polémicas y hasta medio peleíllas, diferencias de interpretaciones y lo que no nos llegaron a contar.
Preocupación de algunos, mosqueo de otros, algunos comentarios puntillosos , indiferencia, cabreo...

¡Vaya, la que hemos montado!Se habló y no llegó la sangre al río, que para eso somos gente civilizada, pero...

Y yo me pregunto, ¿no habría tambiény un poquito de envida? A mi me hubiera ocurrido, lo reconozco.
Pero es que en esta vida las cosas que surgen y aparecen, las no se planean ni mucho menos se esperan, son las más bonitas, las que dejan huella y hacen de un día como otro cualquiera un acontecimiento realmente significativo y especial en la vida de uno. El nuestro, o al menos el mío tocó en ese momento.

No se puede contar con que ocurra. Simplemente llega. Esa es la magia.

Visto desde aquí ¿es o no acertado llamar a este capítulo "la isla mágica"? ;-)

__________________________________________________________________________________________________________
P.D. De todas formas, aprovecho a pedir disculpas a mis compañeros por ser un poco "culpable" de provocar unos de los momentos menos agradables del viaje y que se creara cierta tensión. ¡¡Lo siento, chicos!!

 

seguimos a 14: DESPEDIDA Y CIERRE
3
15



¿quieres contarme algo?
volver a la pagina principal